La paga del pecado es Muerte
Hoy, domingo santo, empieza a acabar este periodo ambiguo, en que sabemos dónde debería estar nuestra mente y corazón, a pesar que muchas veces andan por otros lados.
Y entonces, puedo mencionar un par de aspectos que vi en el desarrollo de las actividades de mi Iglesia, y que merecen cierta atención. Ambos aspectos los menciono porque creo que nos hicieron (y pueden nuevamente hacer, en el futuro) perder, si no elementos esenciales, comportamientos que podrían haber sido de bastante provecho para un paseo más profundo por este fin de semana.
1.- Triunfalismo: Es innegable, quienes creemos en Cristo sabemos que la Cruz no tiene sentido sin resurrección. No sería más que un profeta si no hubiera logrado vencer a la muerte, y eso sin duda nos produce gozo y nos da sentido. Pero no por nada celebramos 3 días, el día de la crucifixión, el “periodo oscuro” (no conozco el nombre técnico si lo tiene), y finalmente la resurrección. Lo que me tocó ver fue una repetición continua, cada momento durante todos estos días: ¡Cristo resucitó, aleluya! ¿Y donde quedó el recogimiento? Se que es difícil para quien sabe el final de la historia recrear esos instantes de tensión, pero cuando se logra, puede enriquecer mucho la celebración, y además, conectarnos con esos momentos de la vida en que Dios permanece en silencio, cuando entramos en desesperación.
2.- El culto al dolor físico: La película “La Pasión” –la de Mel Gibson- da para extensas reflexiones porque muchas apreciaciones hay de ella, pero no quiero meterme en ese tema. Y si bien tiene logros notables, no se puede desconocer que su gran merito es lo descarnado que presenta el sufrimiento físico de Jesús en sus horas finales. No creo que eso esté tan mal, pero no debemos desconocer que el dolor físico de Jesús no se compara ni en un ápice al dolor espiritual que sintió por la separación del Padre.
Estos 2 aspectos que mencioné, además del detalle de influir un poco en cómo vivimos estos días, pueden hacernos obviar lo que si es esencial de recordar en esta fecha en particular –porque se supone que hay tiempo para meditarlo con calma- y en general, todo el resto del año y la vida.
Y entonces, puedo mencionar un par de aspectos que vi en el desarrollo de las actividades de mi Iglesia, y que merecen cierta atención. Ambos aspectos los menciono porque creo que nos hicieron (y pueden nuevamente hacer, en el futuro) perder, si no elementos esenciales, comportamientos que podrían haber sido de bastante provecho para un paseo más profundo por este fin de semana.
1.- Triunfalismo: Es innegable, quienes creemos en Cristo sabemos que la Cruz no tiene sentido sin resurrección. No sería más que un profeta si no hubiera logrado vencer a la muerte, y eso sin duda nos produce gozo y nos da sentido. Pero no por nada celebramos 3 días, el día de la crucifixión, el “periodo oscuro” (no conozco el nombre técnico si lo tiene), y finalmente la resurrección. Lo que me tocó ver fue una repetición continua, cada momento durante todos estos días: ¡Cristo resucitó, aleluya! ¿Y donde quedó el recogimiento? Se que es difícil para quien sabe el final de la historia recrear esos instantes de tensión, pero cuando se logra, puede enriquecer mucho la celebración, y además, conectarnos con esos momentos de la vida en que Dios permanece en silencio, cuando entramos en desesperación.
2.- El culto al dolor físico: La película “La Pasión” –la de Mel Gibson- da para extensas reflexiones porque muchas apreciaciones hay de ella, pero no quiero meterme en ese tema. Y si bien tiene logros notables, no se puede desconocer que su gran merito es lo descarnado que presenta el sufrimiento físico de Jesús en sus horas finales. No creo que eso esté tan mal, pero no debemos desconocer que el dolor físico de Jesús no se compara ni en un ápice al dolor espiritual que sintió por la separación del Padre.
Estos 2 aspectos que mencioné, además del detalle de influir un poco en cómo vivimos estos días, pueden hacernos obviar lo que si es esencial de recordar en esta fecha en particular –porque se supone que hay tiempo para meditarlo con calma- y en general, todo el resto del año y la vida.
Vuelvo a hablar de la muerte y el dolor. Como decía, seguramente muy terribles fueron los sufrimientos físicos que vivió Jesús, pero démonos cuenta de por qué ese sacrificio. Nunca olvidaré una santa cena, en que el pastor repitió las palabras de Jesús a sus discípulos “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lucas 22: 19, NVI). “Por ustedes” nunca antes fue tan claro para mi que el sacrificio de Cristo fue POR MI, wow. Y que sacrificio: En la cruz, Cristo cargó MI pecado, y como en Romanos es mencionado, La paga del pecado es muerte.
Intenten imaginar lo que fue Cristo cargando el pecado (mio, tuyo), Cristo muerto, es decir, separado de Dios, o sea de si mismo…. ¿? ….. ¿?..... He intentado imaginarlo, pero escapa por completo de mi racionalidad, sólo me queda creer y agradecer.
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Pablo Gutiérrez Matus